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Oparipuina: El Tío Vivo Mágico

 

Era un día cualquiera en la vida de Naroa, o eso creía ella. Era la tarde. Hacía ya un rato que había salido del colegio y estaba en casa enfrentándose valientemente a los deberes que tenía que llevar hechos para el día siguiente.

-¡Uf! ¡Qué aburrimiento! No me gusta nada hacer los deberes. ¡Esto es un rollo!

Y cogiendo un papel empezó a dibujar en él mientras pensaba en otra cosa. Recordó el viaje que había hecho toda la familia a Port Aventura. ¡Eso sí que fue divertido! Estuvieron varios días todos alojados en el mismo hotel: durmiendo juntos, disfrutando de las atracciones, acostándose tarde, jugando todo el rato…

Se acordaba tanto de aquel viaje que decidió dibujar un Tío Vivo. Cuando acabó de pintarlo se dijo a sí misma:

-Ha quedado precioso. ¡Qué digo precioso! ¡Ha quedado preciosísimo!

dragon chinoHabía pintado un Tío Vivo lleno de colores y de personajes.  Allí estaban, además de el Pájaro Loco, dos caballitos de mar, una sirena, unos cuantos barcos chinos, montones de peces rojos, tres carros del Lejano Oeste, un dragón chino, unos osos panda, una familia de caracoles y algunas cosas más.  Era un Tío Vivo muy grande para que todos los de la familia y los amigos y amigas de Naroa que quisieran ir pudieran montar.

Y aquí es donde el día cualquiera de Naroa comenzó a cambiar.

Sin saber exactamente qué había pasado, los personajes del Tío Vivo comenzaron a moverse por el dibujo ellos solitos. Sí, tal como lo oyes, ellos solitos se movían. Y para más sorpresa, ¡también comenzaron a hablar! Por supuesto hablaban todos a la vez, por lo que era imposible entender algo.

Pero aún había más, allí estaban también sus padres y su hermana. Su padre Javi montado en un carro de Lejano Oeste todo cómodo. Su madre Carmen sentada sobre una sirena elegante y preciosa como ella. Y Ainhoa, la hermana, disfrutaba muchísimo cabalgando  en un colorido dragón chino.

Aunque todavía había otra sorpresa más: y es que Naroa también estaba en el Tío Vivo. Ella iba  montada sobre el Pájaro Loco y los dos se reían alocadamente.

-¡Esto es la bomba!- gritó entusiasmada Naroa.– Es lo mejor que me ha pasado en toda mi vida.

Todos reían, hablaban y disfrutaban como nunca. Era divertidísimo vivir ese momento y había ocurrido así, de repente, sin tenerlo planificado. Porque, ya me contarás, ¿quien puede planificar que un dibujo cobre vida y te arrastre con él? Pues nadie. Simplemente es algo que sucede o que no sucede. Así de sencillo.

De repente, cuando más estaban disfrutando, comenzaron a salir de los barcos chinos, que por lo menos eran tres, piratas y más piratas; y como el barco era chino pues los piratas también. Eran todos muy parecidos: vestían igual, y todos ellos llevaban largas trenzas de color negro; daba la sensación de que eran  hermanos, o más que hermanos gemelos, o trillizos, o sextillizos, o lo que sea porque eran tantos que era imposible contarlos.

Y en un visto y no visto, los piratas chinos  cogieron a Naroa, la metieron en uno de los barcos y se fueron volando. Javi, Carmen y Ainhoa se quedaron boquiabiertos; no entendían nada de nada.

¡Oh, que se han llevado a mi niña!– lloriqueaba Javi .

¡Llamar a la policía, a una ambulancia, al alcalde de Irún! ¡No sé, pero llamar a alguien!– gritaba desesperada Carmen.

Ainhoa era la única de los tres que mantenía la serenidad. Ella sabía lo importante que era no perder los nervios y actuar, porque si no reaccionaban con rapidez su hermana, a la que adoraba, podría desaparecer para siempre. Así que tomó una decisión.

Por favor, llévame tras los piratas– pidió Ainhoa al dragón chino que montaba. Y este salió volando sin pensarlo un instante.

Los padres, al ver que también desaparecía su otra hija dejaron de lloriquear y de lamentarse y pidieron a sus monturas que les llevaran tras Ainhoa. Y fue así como Carmen en su sirena y Javi en su carro salieron volando tras el dragón chino. Como puedes observar aquí vuela todo el mundo y el que no lo hace es porque no se atreve.

Al poco tiempo de salir volando divisaron una isla, verde y pequeña llena a rebosar de piratas con larga trenza y en medio de la multitud: ¡Naroa! Los tres aterrizaron en un periquete y fueron corriendo hacia ella. ¡Y toma sorpresa cuando llegaron! Naroa, con unas tijeras en la mano, estaba tan contenta cortando el pelo a todos los piratas de la isla.

Estos piratas listillos, que aburridos de ser todos iguales y enterados de que Naroa además de dibujar muy bien también era especialista en cortar y peinar pelos, decidieron llevarse a la niña a su isla para que les cambiara el aburrido look que llevaban desde siempre de los siempres.

Pero eran tantos que la pobre no podía con todos. Así que su familia se puso manos a la obra; y entre los cuatro cortaron trenzas, peinaron rizos y tiñeron de colores el pelo a todos los piratas que estaban en la isla, ¡y te aseguro que eran un montón!

Y en esto estaban cuando de repente, ¡zas!, el día cualquiera de Naroa  vuelve a cambiar.

Otra vez estaba en la habitación haciendo los deberes. Naroa se quedó mirando el Tío Vivo que había dibujado en el papel. No sabía si lo que había pasado era real o no, pero estaba tan contenta que eso le daba igual. Fíjate si estaba contenta que no le importó tener que hacer los deberes; los hizo en un pis-pas, sin protestar.

Cuando acabó su tarea y se dispuso a recoger las cosas se encontró algo debajo de la mesa. ¿Sabes qué era ese algo que se encontró Naroa?

Pues nada más ni nada menos que cien trenzas chinas.

 

 

(Enero 2013) Pilycorazon-pily

 

 

 

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