Oparipuina: ¡A su manera!

El verano pasado, en el mes de agosto, sus padres le llevaron al zoo de Vigo y allí quedó prendada del León Alex, del Oso Pelayo y del Mono Carmona.

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Una noche Kattalin soñó con uno de sus tres amigos, el Oso Pelayo y 6 ositos pequeñitos que se colaron en el sueño.

El oso Pelayo había venido a su habitación junto con los otros  ositos  que eran del tamaño de ella y se habían tumbado a su alrededor, dándole un calorcito muy  familiar. Era un calor que le hacía sentirse muy contenta y empezó a jugar a esconderse bajo los demás ositos, a buscarse entre ellos. Se zambullía entre la peluda inmensidad de cada osito, se escondían unos de otros hasta encontrarse. Era como jugar enredada entre un montón de mantas, pero, estas eran “guays”. Los ositos estaban vivos, eran calentitos y se reían mucho con Kattalin.

Mientras ellos jugaban como hermanitos encontrados, el oso Pelayo cuidaba de que no se cayeran de la cama. Algun rato que otro, Kattalin como buena gamberrita se acercaba al Oso Pelayo y con esas miradas que saben convencer, conseguía subirse a la panza de Pelayo y hacer saltos sobre ella, o se subía en lo alto de su pecho y se deslizaba sobre él, como si fuera un tobogán. ¡¡Un tobogán calentito, cariñoso y peludo!! ¡qué gozada!!

Y así, de repente despertó Kattalin al día siguiente, y quedó sorprendida al no ver a sus amiguitos ni encima, ni debajo de la cama. Incluso, miró dentro del armario.

Kattalin, intentaba contar, ¡a su manera! que había estado con el oso Pelayo. Y, les preguntaba a sus padres, a ver donde estaban, que no los encontraba por ningún sitio.

Pasaron los días, y Kattalin no olvidaba el  “encuentro-sueño” con el Oso Pelayo y demás ositos calentitos y risueños, y al acostarse, pedía, ¡a su forma! con todas sus fuerzas que volvieran a visitarle esa noche. Repetía y repetía: “Oso Pelayo ven”, “Oso Pelayo ven”… hasta que se quedaba dormida.

Las noches pasaban y pasaban y no venía nadie a visitarle de noche, y decidió meterse a la cama recién llegada del colegio. Los padres no entendían nada y le dejaron acostarse pronto  un día pensando que le pasaba algo, pero, a los días siguientes que se metía tan pronto y solo decía: “Oso Pelayo”, empezaron a sospechar de que algo tramaba esta niña. Y, le ordenaron que tenía que permanecer despierta hasta que ellos se lo mandaran. ¡puf! Esto a Kattalin le sentó fatal, y se enfureció mucho. No sabían dónde meterse sus padres del enfado que cogió.

Aquella noche, al meterse a la cama, y cuando ya dormía, escuchó un ronquido desconocido para sus oídos, y fue en su busca. Allí estaba el León Alex dentro del armario roncando.

Ante tal sorpresa, Kattalin comenzó a reir de alegría y despertó al León. Éste salió del armario y se subió en la cama de Kattalin. Kattalin investigó al León Alex de arriba-abajo. Jugó con sus bigotes, les hizo algunas trenzas, ¡a su manera! Le peinó su melena, ¡a su manera! y saltó sobre su panza calentita un ratito. De repente, el  León bostezó y Kattalin vio sus 4 largos colmillos, y quedó más impresionada todavía. Se le ocurrió coger unos regalices de colores que tenía por ahí y se puso ella unos colmillos. Jugaron a rugir un rato y en un instante, su propio rugido le despertó de su “sueño-leoníl”.

Otra vez, lo buscó en el armario, bajo la cama, abrió el balcón, miró por detrás de las gigantes macetas, por si estaba escondido, pero, no, se había ido.

Al rato sus padres se levantaron y ¡a su manera! Kattalin expresó su “sueño-leonil”, y señalaba el armario por dentro, y los regalices y hacía rugidos.

Los padres atónitos, no sabían cómo explicarle que eso era un sueño… pero, lo intentaban ¡a su manera! porque adoraban a Kattalin.

Pasaron los días y Kattalin hacía amagos de irse temprano a la camita para a ver si venía alguno de sus amiguitos, pero, sus padres no le dejaban. ¡Kattalin estaba aprendiendo a tener paciencia!

Una noche de luna llena, Kattalin estaba alterada y no podía dormir pero, cerraba los ojos con intensidad para ver si se dormía, en seguida. Y, por fin se durmió.

Esta vez vino a visitarle su amigo el Mono Carmona, que tampoco vino solo. Abrieron la ventana y fueron entrando un montón de monos de todos los tamaños y colores. Kattalin asombrada no dejaba de buscar de dónde venía tanto mono. Alzó la mirada y vio como todos estos monos bajaban de la luna, había hecho una larga escalera con unos trapos que habían encontrado por allí, restos de ropa de astronautas, y como son monos y saltan y brincan con facilidad, pues, ¡a su manera! había creado un “nuevo medio de transporte” muy mono, por cierto.

Con los veinte o treinta monos que entraron en su habitación, Kattalin jugó a brincar del armario a la cama, aprendió a enredar su coleta en la lámpara y lanzarse hacia la cama, hacia el suelo o hacia donde ella quisiera. Aquello se convirtió en una fiesta muy mona, y muy risible, pues, imaginad tantos monos riéndose y Kattalin haciendo de las suyas.

De repente, la luna entró por la ventana se puso sobre su cama y empezaron a saltar sobre ella todos los monos de aquella fiesta, y Kattalin hizo el amago de saltar también, pero, el último mono, ¡a su manera! le dijo que no podía ir con ellos, que era muy pequeña para ir a la luna, y que volverían más veces a jugar con ella.

Era ya la hora de despertarle y entró su madre y Kattalin estaba boca abajo entre sus mantas como buscando algo, y despertó al escuchar la voz de su madre.

Ella repetía: “Mono Carmona” “mono Carmona” en el cuarto… y ¡ a su manera! explicaba a su madre lo que había vivido.

En el desayuno, junto a su padre y los tres en la mesa, le preguntaron a Kattalin si quería volver al Zoo de Vigo… y Kattalin, ¡a su manera! y con su entusiasmo, afirmó muy contenta.

Se dice, se rumorea, se cuenta que RENFE ha puesto un nuevo tren para esta Semana Santa a Vigo donde irán solo la familia de Kattalin y todas las familias que hayan quedado prendadas o hechizadas por el león Alex, el oso Pelayo y el mono Carmona.

 

Maribí Franco

 

 

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