La evolución social nos impulsa hacia una educación más integrada para el niño/a. Ser buena madre y buen padre es difícil. Pero es necesario educar conjuntamente y en cooperación, e incluso esta tarea puede llegar a ser satisfactoria y estimulante, si somos capaces de observar cómo se desarrollan los niñas/as y cómo construyen su identidad personal y social.
En efecto, esa tarea común entre padres/madres y niños/niñas nos ayuda a todos a crecer y a madurar como personas, así como a mantener mejores relaciones familiares y sociales. Tal proceso no se da por sí solo, es un quehacer arduo, ya que ofrecer al niño/a tiempo, seguridad afectiva y límites exige un gran esfuerzo.
Hoy día se tiende a compartir por igual entre el padre y la madre la responsabilidad de cuidar, educar y proteger a los hijos/as. El deseo de tener al hijo/hija es esencial para su buen desarrollo posterior.
La ilusión, el amor y el pensar en el niño/a pone a la pareja en situación de ser padre y madre; y así, ambos inician un camino de aprendizaje para toda la vida, un camino de placer y alegría, pero también un proceso de renuncia y de frustración e incluso de desaprender ciertas actitudes heredadas en bien de la familia y el entorno social. Sabemos que el embarazo, el parto y los primeros meses del niño/a tienen una gran importancia; y por tanto, es normal que la pareja o la madre se prepare para ese momento.
Es sabido que el desarrollo del movimiento, los sentidos y las emociones empieza en el vientre materno; por ejemplo, se sabe que el tabaco, el alcohol, las drogas, el estrés, las emociones, etc. de la madre tienen consecuencias para el desarrollo del niño/a. Durante el embarazo, el feto y la madre mantienen una relación muy particular y estrecha entre ambos, pues la vida de la madre es también la vida del feto…, y ello puede afectar a la vida de la pareja, ya que puede hacerle sentir al padre en un segundo plano o excluido. Hablar con la pareja sobre ello y compartir los sentimientos es bueno para disipar los fantasmas y los miedos de todos, y en definitiva, muy beneficioso también para el bebé que va a nacer.
La confianza entre el padre y la madre es fuente de confianza para los hijos/as del futuro.
También es muy importante desde el comienzo mismo que el padre o la pareja sea soporte y apoyo para la madre, para que ella, a su vez, proteja y sostenga al feto. Es sano que ambos compartan la ilusión de ser padres, creando momentos placenteros para su bien y el del futuro hijo/a. El recién nacido/a debe ser bien acogido y es importante el contacto con el cuerpo de la madre, o del padre u otros brazos que lo/la acojan, para facilitar ese cambio brusco y de tanta carga emocional para todos. En estos momentos comienza el desarrollo afectivo-social del niño/a.
En la interacción diaria empieza la educación en torno a las necesidades básicas del niño/a (comida, sueño, llanto, sonrisa…) en la comunicación con la madre, el padre u otro adulto se van integrando las necesidades físicas y afectivas. Así, al darle de comer, además de alimentos, se le ofrece también contacto corporal, miradas, olores, voz…
El sueño vinculado con la calma sosegada y el placer de soñar. El llanto es la primera llamada del niño/a, pero también puede ser expresión de la necesidad física o psíquica o de algún dolor… De esta manera madre/bebé y padre/bebé en la interacción cotidiana, van aprendiendo conjuntamente a través de ese lenguaje corporal. En esa interacción/relación exclusiva que la madre con el bebé y el padre con el bebé desarrollan durante los primeros días, semanas y meses, se crea el vínculo emocional, y se organiza el apego. Y ese encuentro se consolida a través de las caricias, la ternura, el diálogo afectivo y la satisfacción de las necesidades de cada momento.
Este apego es distinto y único en cada hijo/a, y la forma de este apego condicionará luego el modo de relacionarse que tendrá cada hijo/a con las demás personas, con los aprendizajes y con la vida.
En esa relación aprendemos todos, los padres con los hijos/as, y estos con los padres, viviendo la alternancia entre el placer y los límites, y aprendiendo a tolerar la frustración que es la clave de la educación.
Los padres influyen en la educación de los hijos/as, y los hijos/as también influyen en los padres. La familia es el grupo primario de la socialización, por lo que merece la pena que pongamos lo mejor en ella.
MARIAN GOIENOLA ALBERDI
Relación psicomotricista
Atención temprana
Seme-alabak aldizkaria
10. alea / 10º número
2010eko Ekaina / Junio 2010
L.G.: SS-1023/07