AsmaAsma

Alergias y más…

Los primeros síntomas de una crisis pueden aparecer subitamente, o presentarse de forma progresiva durante varios días, sin que el niño y su familia en ocasiones presten atención. Hay que aprender a estar atentos a las mínimas manifestaciones de una posible crisis, porque cuanto antes pongamos remedio, mejor.


Los síntomas típicos son: sensación de ahogo o falta de aire, tos seca (es decir, sin mucosidad), “pitos” o sibilancias al respirar, opresión o “peso” en el pecho. Si el niño realiza deporte, a veces tiene que pararse antes que sus compañeros “porque no puede más o se ahoga”, no porque esté cansado después del ejercicio. Con frecuencia los síntomas comienzan o se agudizan de noche.


Hay que incidir especialmente en la tos, que habitualmente es seca, aunque si se asocia a catarros puede ser productiva (con expectoración). Los niños generalmente no saben expectorar, aunque al toser oiremos cierto ruido de movilización de secreciones. Esto no quiere decir que toda tos sea síntoma de asma, pero si su hijo está diagnosticado de asma y la presenta puede ser un aviso de que precisa medicación. Si todavía no ha sido diagnosticado y no existe otra razón que explique la tos, debería ser valorado por un alergólogo que descarte la posibilidad de asma.


Todos estos síntomas aparecen porque los bronquios, que son los “tubos” que trasladan el aire desde la nariz y la boca a los pulmones, durante las crisis de asma se estrechan, por un doble motivo: porque su calibre o diámetro disminuye por constricción del músculo bronquial (broncoespasmo) y porque la pared de ese bronquio está inflamada.


Para su tranquilidad, la mayoría de las crisis son leves y, lo que es más importante, se pueden tratar en casa.

Desencadenantes

Existe una serie de agentes que, si bien no son causantes del asma, sí pueden desencadenar una crisis en individuos asmáticos:

  • Contaminantes ambientales, como partículas de motores diesel, ozono, óxido nitroso y compuestos azufrados, pueden propiciar una crisis asmática. En los días de mayor contaminación ambiental se ha comprobado una mayor demanda en los servicios de urgencias por crisis de asma. Además, la contaminación puede aumentar la potencia de algunos alergenos, como ciertos pólenes (el más estudiado es el abedul).
  • El humo del tabaco tiene un efecto irritante directo sobre la mucosa de los bronquios, lo que perjudica aún más la función respiratoria de los pacientes asmáticos. Por otra parte, parece aumentar la posibilidad de desarrollar asma en los niños expuestos de forma pasiva, posiblemente por un efecto también irritativo de la vía aérea.
  • La inhalación de productos irritantes como la lejía, amoníaco, etc. por su efecto irritativo sobre la mucosa de la vía respiratoria.
  • El ejercicio puede producir una obstrucción de la vía aérea, especialmente si se realiza en un ambiente frío. El aire se debe calentar antes de llegar al alvéolo pulmonar, acción que normalmente se realiza en la mucosa nasal. Cuando hacemos ejercicio, los volúmenes de aire movilizados son mayores y no es posible calentarlos adecuadamente por la mucosa nasal, por lo que es la mucosa bronquial la que realiza parte de dicho cometido. Esto puede originar alteraciones locales en la mucosa, ya afectada previamente, que derivan en crisis de asma.
  • Fármacos: Los betabloqueantes (usados en el tratamiento de la hipertensión arterial, cardiopatía isquémica y glaucoma) pueden provocar una crisis de broncoespasmo en pacientes asmáticos. La toma de aspirina y otros AINES puede desencadenar una crisis en asmáticos con ASA-tríada que padecen intolerancia a antiinflamatorios no esteroideos

 Modo de actuación ante una crisis

1. La primera medida que debemos adoptar es tranquilizarnos. Si nos ponemos nerviosos, se lo trasmitiremos al niño y tenga por seguro, que su estado empeorará. En una situación de nerviosismo se respira más deprisa y de forma más superficial, agravando en cualquier asmático una posible crisis. En consecuencia hay que tranquilizar al niño, procurando que esté cómodo, sin ropa apretada, sentado o acostado e intentando que respire despacio. Le podemos dar un zumo o alguna bebida refrescante que le guste, para que se entretenga y para frenar la pérdida de líquido. 

2. Paralelamente, antes de lanzarnos a administrar medicamentos de forma indiscriminada, hay que intentar valorar la situación: ¿Cómo es la crisis de mi hijo? ¿Es grave o no?. Según sus características clínicas se distingue entre:

  • Episodio leve: tos seca, dificultad respiratoria leve, opresión torácica y/o sibilancias aisladas, en relación con el ejercicio. 
  • Episodio moderado: los mismos síntomas aparecen en reposo. 
  • Episodio grave: los síntomas mencionados aparecen en grado máximo estando en reposo y no se toleran esfuerzos insignificantes, como hablar. Hay que fijarse en los músculos del cuello, que se contraen al realizar las inspiraciones o tomar aire. En los casos muy graves desaparecen las sibilancias.

En aquellos casos que el niño utilice habitualmente un medidor de peak flow (modulo 2 del curso de autocuidados en asma), de forma sencilla y objetiva nos ayudará a valorar la crisis:

  • Episodio leve: el valor de peak flow se encuentra entre el 70 y el 90% del nivel de la mejor marca personal del niño cuando se encuentra bien. 
  • Episodio moderado: entre un 50 y un 70%. 
  • Episodio grave: por debajo del 50%

De acuerdo con la intensidad de la crisis, hay que decidir si se solicita asistencia médica o no. Los siguientes signos y síntomas son motivo para acudir de forma inmediata a un servicio de urgencias:

  • Uñas y/o labios grises o azules (por falta de oxígeno) 
  • Dificultad para respirar al hablar (pausas al hablar) o simplemente caminar. 
  • La piel alrededor de las clavículas y entre las costillas se hunde con la inspiración y/o se mueven las alas de la nariz al ritmo de la respiración. 
  • Respiración y/o pulso acelerados (más de 25 respiraciones y 120 pulsaciones por minuto respectivamente)

Para estos supuestos resulta de especial utilidad tener siempre a mano una lista con los números de la ambulancia o de urgencias.

3. Administración de tratamiento: para aquellas crisis leves o moderadas que no requieran inicialmente atención médica, y también para las crisis graves hasta que se recibe asistencia, es preciso administrar tratamiento de acuerdo con las indicaciones dadas en consulta por el especialista. En general, en estas situaciones se deben emplear broncodilatadores de acción rápida o de rescate como salbutamol, terbutalina o formoterol (consultar sección de consejos y tratamientos), que el asmático debe llevar siempre consigo.

Las pautas habitualmente recomendadas son: En el momento que comienza la crisis, hay que realizar 1 o 2 inhalaciones del broncodilatador de rescate prescrito por el especialista. Habitualmente, sobre todo en los episodios leves, el niño mejora rapidamente. Si a los pocos minutos no existe mejoría, se pueden repetir las inhalaciones cada 20 minutos durante un máximo de 1 hora.

Si transcurrida una hora desde el comienzo de la administración de la medicación, el episodio continúa, se precisa asistencia médica para que valore la situación. Con posterioridad es recomendable que consulte con su especialista para que ajuste el tratamiento de base y evalúe los posibles desencadenantes de la crisis.

Si transcurrida una hora la respuesta es buena, se mantendrá el broncodilatador 2 inhalaciones cada 4 horas durante uno o dos días, manteniendo o incrementando el tratamiento de base según la prescripción de su especialista. Si reaparecieran los síntomas, es necesario consultar con éste para que valore la evolución clínica del niño.

http://www.asmainfantil.com

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